Cuando Ruddy Rodríguez y su esposo aterrizaron en Estados Unidos, traían lo mismo que millones de inmigrantes: una maleta llena de sueños y la determinación de construir un futuro mejor. Con esfuerzo, comenzaron como comerciantes en pequeños locales, hasta levantar varios puntos de venta en un mall. La vida parecía encaminarse… hasta que la pandemia golpeó sin aviso. En cuestión de semanas, los negocios cerraron y todo lo que habían levantado con años de sacrificio parecía desmoronarse.

Pero para Ruddy, rendirse jamás fue una opción. En medio de la incertidumbre, había una idea que nunca dejó de latir: servir a la comunidad latina. Había visto de cerca cómo muchas familias enfrentaban problemas no solo por falta de dinero, sino por desconocer cómo funciona el sistema en este país. Ella sabía que tenía que haber una manera de acompañarlos, de evitar que otros pasaran por la misma angustia.